Ventanas
Número 1 - 2026
Número 1 - 2026
Giovanna Spinello
Sentada en esa oficina no sabía qué pensar, ¿cómo es posible que alguien le haya dejado algo tan valioso, una casa tan grande, si no se conocían? Daniella se acababa de enterar que una tía lejana había fallecido y le dejaba todas sus pertenencias. No sabía quién era, solo un nombre: Carmen Díaz. Se apresuró a ir a su casa para buscar su álbum de fotos. Daniella no sabía cómo se sentía en ese momento. Su corazón latía tan fuerte que ella misma pensaba que se le iba a salir. Quería llorar pero no entendía por qué. Tal vez el shock de enterarse de que había alguien en este mundo que podía ser su familia o de recordarse que esta persona ya no estaba y todas sus preguntas se quedarían como un misterio. No tenía a nadie para contarle. De lo que ella sabía, no tenía familia. No había tíos, ni hermanos, ni primos, ni abuelos. Tampoco tenía esposo ni hijos. Estaba completamente sola. Al llegar a su casa fue corriendo al clóset donde encontró el canasto lleno de memorias que no quería tocar. Recuerdos de que ya sus padres no estaban. Daniella se quedó mirando las fotos por un largo tiempo. Ya casi cuando se iba dar por vencida, encontró una foto con una mujer desconocida. Ojos esmeraldas, pelo rubio y lacio, una sonrisa que brillaba con juventud. Cuando volteó la foto, detrás había unas palabras: 1985. Carmen y Adalena. Adalena era la mamá de Daniella. En la foto parecía que eran mejores amigas. Llevaban traje de baño y estaban sentadas arriba de un carro al frente de una playa. Rodaban lágrimas de sus ojos al pensar en su madre. Decidió que tenía que ir a la casa para ver de qué se podía enterar. Quizás había un vecino o alguien que le pudiera dar más información.
Al día siguiente Daniella fue a buscar la mansión que le había dejado su supuesta tía. El abogado que le había dado la noticia también le indicó direcciones para llegar a su nuevo hogar. Mientras conducía sólo veía árboles grandes por todo el camino que se volvía ancho y estrecho. Al llegar había que subir una larga entrada hasta ver la mansión. Una estructura tan alta, hecha de ladrillos y hierro forjado. Parecía que la atendían todos los días. El jardín estaba compuesto de flores bien recortadas y arbustos podados. La mansión se erguía impotente y silenciosa con ventanas oscuras que mostraban la soledad que tenía. Respiró profundamente y abrió la puerta. Crujió al abrirse como si la casa misma hubiera estado esperando por ella. Desde que entró sintió escalofríos recorrer su columna mientras veía qué grandioso era el interior tal como el exterior. Daniella revisó las habitaciones, cada una llena de muebles antiguos, retratos de personas que no reconocía y extrañas cortinas pesadas. Cada cuarto más enorme que el otro, con techos que daban hasta el cielo. El primer cuarto tenía una cama de dosel con un escritorio que miraba hacia el jardín del patio. Allí se encontró con una carta escrita para ella.
“Daniella:
Yo sé que ahora mismo no entiendes y que nunca nos hemos conocido pero soy tu tía. Soy hermana de tu mamá, Adalena. Aunque no me conoces yo sí te conozco, te he vigilado todos estos años después que falleció tu madre. No logré buscarte para hablar contigo porque me dieron noticias sobre mi enfermedad. No quería involucrarme para que no sufrieras la enfermedad conmigo. Nunca tuve hijos y ahora te considero heredera de todas mis pertenencias. En el tiempo que estuve enferma te escribí muchas cartas. Es importante que no las pierdas y que solo tú las leas. Ahí te iré contando todo lo que tengas que saber sobre tu verdadera familia y por qué no te pude conocer.
Para mi querida sobrina,
Carmen Díaz”
Daniella no encontraba ninguna otra carta. No había más papeles en el escritorio. Otra vez sintió escalofríos. No entendía si era un mal presentimiento o si estaba nerviosa de andar en una casa extraña. Era urgente localizar esas cartas. ¿De qué se iba enterar? ¿Cómo es posible que su mamá tenía una hermana y no lo dijo? De repente escuchó un sonido suave, como una voz. Fue a mirar pero no había nadie. El aire a su alrededor parecía temblar, como si la casa misma estuviera viva, observando, esperando. Daniella comprendió que la muerte de su tía no había sido solo una partida, sino el fin de un largo capítulo, y ahora Daniella era la guardiana de lo que viniera después. El misterio de su familia y los secretos estaban todos entrelazados en sus paredes. Mientras se familiarizaba con la casa, el bosque más allá parecía susurrar su nombre, llamándola a descubrir la verdad que su tía había mantenido oculta todos estos años pero ahora quería revelar. Impulsada por una necesidad que no entendía, Daniella empezó a buscar. Al indagar en la cocina, descubrió una habitación oculta. Lo primero que le llamó la atención fue un paquete de periódicos viejos. Comenzó a revisar, era extraño porque estaban incompletos. Solo quedaban recortes con el titular: “Niña perdida ha fallecido, escondida en el ático” y la foto de la niña era igual a Daniella.
Pasaron tres días antes de que Daniella pudiera llegar a la estación de policía por la angustia que sentía. Estaba inquieta buscando su verdad. Mientras estaba esperando al oficial miraba las paredes, y encontró la pizarra de niños perdidos. Sólo cuestionaba la existencia de estos periódicos con ella como protagonista. Por fin llegó el oficial, y Daniella sólo escuchó con atención. Al terminar de hablar le confió a Daniella el archivo del caso de la investigación y la dejó sola en un cuarto para leer todo. No pasaron cinco minutos, Daniella salió del cuarto desconsolada con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta que le cortaba la respiración. Cada paso parecía más difícil, como si la tierra estuviera absorbiendo su energía. ¿Qué significaba todo esto? ¿Era posible? ¿Cómo no lo había notado antes? Daniella sentía que algo se desprendió dentro de ella. Otro reportaje titulado: “Daniella Díaz, hija de Carmen y Federico Díaz, desaparecida y dada por muerta.”
Giovanna Spinello es estudiante de la licenciatura en Psicología y de las subespecializaciones en Español y Sociología de Worcester State University.